No eres lo que fuiste, ni lo que aún no eres.

Compararse cansa, construirse sana.

¿Cuándo dejamos de juzgar nuestra versión actual?

No solo nos comparamos con los demás, con sus logros, sus vidas, sus ritmos.También lo hacemos con quienes fuimos.

Con aquellas versiones pasadas de nosotros mismos que, en su momento, tampoco se sentían suficientes.

Qué ironía: idealizamos un pasado en el que también nos creímos incompletos.

Estamos atrapados en una búsqueda constante de satisfacción, de certezas, de felicidad.

Y eso, simplemente, agota.

Pero hay algo que empieza a nacer en medio del cansancio.

Un deseo genuino de cambio.

De mejorar, sí, pero sin traicionarse.

De mantenerse fiel a los valores que nos sostienen, de no apagar las convicciones que nos dan sentido.

De volver a sentirse vivo, con el alma llena de colores, no solo cumpliendo listas.

Algo tiene que cambiar.

Y lo primero es dejar de escapar.

No se trata del lugar, aunque a veces lo parece.

Cambiar de entorno puede ayudar, pero no es la solución definitiva.

La verdadera transformación empieza cuando uno decide quedarse.

Cuando elige no huir de sí mismo.

No todo debe forzarse.

Pero hay cosas que sí necesitan intención, constancia, disciplina.También se trata de domar esos impulsos que llevan a tomar decisiones drásticas cada vez que la chispa se apaga un poco.

La respuesta no está en la jungla, ni en una estética idealizada, ni en lo que llevas puesto.

Está dentro.

Busca dentro.

Reconecta con lo que te movía.

Recuerda lo que te hacía soñar, lo que te ponía la piel de gallina.

Deja de aferrarte a la idea de quien fuiste, o de quien deberías ser.

Estás cambiando...

Siempre lo has estado.Y eso no es un error: es evolución.

Abrázalo.

Las grandes obras no se construyen de golpe.

Se levantan piedra a piedra.

Mona.

01/03/2025